miércoles, 20 de octubre de 2010

Un día más

Vaivenes de espanto y felicidad,
rincones lejos del mar,
funámbulos con miedo a tropezar,
ojos de infinita profundidad.

Cabezas gachas,
naufragios que cosen heridas,
poemas que están por llegar,
esperas que disparan a matar.

Pasos de baile en la oscuridad,
gritos silenciosos que claman libertad,
suicidio colectivo en la barra de algún bar,
vidas que huyen sin avisar.

Farolas cansadas de alumbrar,
mentiras agotadas de escapar,
verdades que no llegan;
planetas hartos de girar.

Dudas que cobran vida,
animales parlanchines en cada esquina,
humanos que callan e imaginan,
sueños que se tornan realidad.

Mañanas que dibujan verdes en el cielo,
naranjas sobre el alquitrán,
caminares dispares de la mano,
niños que aprenden a llorar.



A. B.

jueves, 7 de octubre de 2010

No quiero que te vayas

Ochenta y dos días de lluvia bajo el Sol,
mil silencios mal contados,
una sola estrella,
mañana quizás signifique Adiós.

Desayuno con diamantes,
ojos puros sin pulir,
basta que me digas “te quiero”
para que yo me pierda y diga “sí”

Me perderé en tu ausencia,
en los tumultos del ir y venir;
me encontraré en cada recuerdo,
en las esquinas que me den algo de ti.

Y flotaré, flotaré en los días de lluvia,
contando las hojas secas que traiga el otoño,
el otoño que la primavera no dejó existir,
el de los días cortos y las noches eternas,
el otoño con el que aún debo aprender a vivir.


A. B.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

En tu ausencia...

En tu ausencia ya no mira el silencio. Han muerto los jadeos; ahora nadie trae el agua a tu entrepierna. Vivo enterrado bajo un reloj de arena que me recuerda cuanto tiempo llevas sin abrazarme. Sólo sudo cuando duermo, pero hasta el sudor se siente frío y solo. Al despertar, ando por mis entrañas. Un paisaje de paciencia sustituye el antiguo decorado de cartón piedra. Ni siquiera está ese viejo vaquero que bebía aguardiente para no sentirse un hombre. Cada vez que me veía, me repetía una y otra vez: "Quien hace una bestia de uno mismo, se quita el dolor de ser hombre." - "Quien se convierte en una bestia, tambíen se quita el placer de ser hombre." le respondía yo. No sé, son esas las cosas que al final importan. Sufriremos solos y también en compañía. Viviremos atormentados en algún momento de nuestra vida. Pero si sufrimos es porque estamos vivos. Si estamos solos o en compañía, es porque estamos vivos. Tened paciencia y no dejéis que el tiempo os aplaste. Hay que salir de ese montón de arena porque en su interior el Sol y la Luna nunca se abrazarán. En su interior, el mar y el cielo están invertidos. No puedes nadar, tampoco puedes volar. Los problemas se hacen vitales y lo vital se hace banal. En su interior, no podremos estar juntos. Por eso estaré cavando hasta respirar aire fresco, hasta ver la luz del sol. Buscaré la libertad, la tuya y la mía. Quiero nadar. Quiero volar... todo junto a tí.

l u i s c a

viernes, 10 de septiembre de 2010

Un cuarto oscuro y la mente en blanco

Sabes que ha llegado el momento... Te palpitan las ideas y vuelas sin piloto. Intentas pensar en otra cosa: ¿Dónde lo dejé?

El tiempo pasa y el aire se cuela en tus oídos. Hay música en el mundo... Tu canción favorita: "Quizás mañana".

Todo parece igual: techo blanco, suelo negro, al fondo... un mueble sin color.

Te acuerdas del día en que sonreíste y alargas tu mano intentando recuperar ese momento.

Buscas su número pero solo encuentras los restos de una hoja arrancada.



Sientes miedo, llueven pesadillas en la orilla de tu mente y la marea inunda toda la playa.

De la mano de tus pasos corres hacia ninguna parte... hacia el hogar sin dirección.

Un segundo más, quizás dos. Recuperas la realidad... Estoy en una habitación: techo blanco, suelo sin color, al fondo... un mueble negro.



¿Hay alguien?

No responden, aunque sabes que están ahí... Esperando.

Demasiado ruido y sin embargo puedes oírlos.

Nadas intentando escapar y encuentras la puerta cerrada: ¿dónde estás?

Repasas cuanto sabes, aunque hayas olvidado casi todo.


Al final, restos de horas muertas: un cuarto oscuro y la mente en blanco.

jueves, 22 de julio de 2010

La misma Luna, el mismo Sol.

Si el mundo merece la pena o no,
qué sé yo,
ni lo inventé, ni lo domino,
ni jamás lo entenderé.

Sólo sé que hoy,
tras algo más de veinte años vivo,
me alegra estar donde estoy;
a mil kilómetros de distancia de donde quisiera,
cansado y alegre,
triste y nublado,
qué bueno poder ver esta noche la Luna,
mañana, quizás, el Sol.

Y el mar, y las estrellas,
y las aceras llenas de cucarachas,
y el desconsuelo, también las noches en vela,
la espera del final que no llega,
el amanecer camuflado de mediodía,
los tímidos silencios, las atropelladas palabras,
los acentos, las patrias, las banderas,
los tipos serios, las niñas buenas,
la calidez de ciertos rostros, lo arisco de otros tantos,
la mirada extraña, el reír sincero,
la muerte en cada esquina, la vida en cada cuna,
las forasteras, los extranjeros,
la complicidad de los te quiero,
el dolor de un hasta luego,
lo devastador de un adiós.

Qué bueno sentir aquello y lo otro,
vivirlo intensamente propio,
y a la vez ser un extraño ajeno,
latir ausente y sentir presente.

¿Qué es la vida?
Y qué sé yo.
Probablemente un andar triste y sombrío,
mas perdónenme la indiscreción,
y que me alcancen la pena, la desgracia y la misma muerte,
con buen humor;
fue bonito mientras duró.


A. B.

miércoles, 14 de julio de 2010

Boquilla de Cartón

Respirar en mi burbuja no está mal.
Disfrutar del humo verde es genial.
Y la verdad, que sola sale,
Es lo que sustenta nuestra rave.

Y caben en mi corazón,
Las aves de nuestro balcón.
Y vuelvo a mí,
A respirar en mi burbuja de jabón.
Jabón sudado como el jamón,
Queso curado y una bolsa de cartón;

Para guardar tu aliento
Y el hueco de tu ombligo.
Y disfrutar,
Y respirar,
Y navegar en tus fluidos.
Y beberme la saliva que sale de tus rugidos.

Mi corazón sumergido,
Cazador de rubio trigo,
Protector de tu latido.
Vikingo, vikingo es tu latido.


l u i s c a


La Cisterna

Escribí renglones con la mierda que guardaba en mi almohada. El papel higiénico acumulado en el desagüe de mis problemas contaba las historias de una conciencia cansada de tanto trabajar. Un espíritu muerto colocaba los puntos y las comas. Era una fuente inagotable de historias desgarradoras protagonizadas por las dudas existenciales de mi cerebro. Era otro tiempo, otra actitud y la misma vida que llevo ahora.

Pero con el paso del tiempo, a cuestas con mi evolución, encontré perdida en altamar una cisterna vikinga fabricada en reluciente oro y llena de aguas esperanzadoras. Simplemente tuve que tirar de la cadena, y así, sin más, la mierda y el papel desaparecieron...

Desde entonces, asumo la dependencia. Me costaba enormemente andar solo. Como la tuerca y el tornillo, el sol y el amanecer, la espuma del mar, la sal y la arena. Como un sherpa y la montaña, como un perro y su ciego. Y me lo imagino todo eterno, entre colchones y sábanas: un paisaje de colores. Y de sabores. Una vida plena, familia y amigos. Una casa llena, mujer e hijos. Una mochila a cuestas, viajes y más viajes. Y perecer aprendiendo de ti y de mí, del resto.


l u i s c a

martes, 13 de julio de 2010

Una niña pasó a mi lado…

...

El día amaneció radiante. El tejado azul se iluminó con tenues pinceladas de sol que atravesaban la tierra y se perdían más abajo. En los labios del mundo pude leer una sonrisa, un beso y un “te quiero”. ¡Qué importaba el mañana si el mundo rebosaba entonces tanta luz! Debían enterrarse los pesares del ayer. Habíamos de volar alto; libres por fin de unas cadenas forjadas al abrigo de innumerables engaños. Sin embargo, ocurrió. Apenas si la vimos llegar. Cuando reaccionamos ya era demasiado tarde.
' · . . . . El cielo se vistió de negro, doliéndose en sus entrañas. La sangre brotó en nubarrones de ceniza. Sopló el viento, que avivó las llamas. De súbito, surgió la figura de una serpiente sin cabeza que articulaba, en su lugar, la mano de una mujer… balanceándose con melódico compás por entre la espesura gris. Un instante después, descendía furibunda hacia una muchedumbre sumida en lágrimas. Pobres hombres; inmóviles, sin salida. Esperando una señal del cielo que les condene por fin a no padecer más. La criatura no vaciló. Sus dedos deshicieron por entero las sonrisas, desnudaron cada beso para verlo morir de frío, y separaron para siempre a aquellos que vivían en un frágil “te quiero”.

…Todo fue un sueño y, sin embargo, juro que fue real.

La Vida es una joven consentida que disfruta con un juego que apenas conoce. Alguien debió darle las instrucciones equivocadas, o, sencillamente, jamás hubo regla alguna. Todo: los instantes en que huimos, las palabras que no supimos escoger bien, los silencios incómodos, y otros tantos desastres humanos, obedecen ciegamente al obsceno guiar de una mente fría, arraigada en los insensibles y deshumanizados páramos del infinito.

Ofrece a una niña un vestido nuevo y florecerá una princesa. Regálale el cuidado de los hombres y se creerá Dios.

Me duele saberme tan vacío, tan inútil y cobarde. Grito para no oírme por dentro. Hace mucho que perdí la palabra, mi palabra… Ahora hablo en nombre de otros. Cada día que pasa, parece más claro que camino por un sendero de ilusiones que me pierde sin remedio. Por el día espero agachado a que llegue la noche. Entonces, me castigo recordando el pasado, mientras suena la marcha fúnebre que alguien compuso para mí.

El niño observa desde la esquina cómo un anciano intenta cruzar la calle. De un salto, corre en su ayuda viendo los torpes gestos de aquel fosilizado espectro... Al llegar junto a él, se detiene y espera. Lo hará por siempre: el hombre ha muerto.

Ella puede ver… contempla todo y a todos. El resto vaga a oscuras por un terreno asesino que jamás oyó hablar del hogar. Como una niña, acaricia cada figura con delicado gesto. Desconoce por qué le fascinan esos ojos tan brillantes… tan vivos. Como una princesa, decide someterlos y los obliga a obedecer. Como un dios, resuelve acabar con un estúpido juguete que se pudre por desuso. Inventa el Tiempo, y deja que las horas eleven la agonía de los hombres hasta hacerles perder la razón.

Una niña pasó a mi lado y me pidió un vestido nuevo. Apenas si me detuve a escucharla… Seguí caminando y, a cada paso, se fue desvaneciendo el eco de su llanto.

sábado, 26 de junio de 2010

Un cielo gris anuncia tormenta

...

Decir que la rutina apesta a viejo no supone descubrimiento alguno. Que los viejos mueren apestados por tanta rutina resulta igualmente obvio. Ningún consejo nos librará de la muerte y lo más sensato es mirar para otro lado cuando se acerque el tren.

Lánzate al espacio humano y supera la barrera de la estupidez absoluta para creerte cuantas historietas seas capaz de tragar. Respira hondo y colócate sin medida con los efluvios pestilentes de la vida en sociedad. Quizás te sientas mareado. Se pasa enseguida. Somos una especie que se acostumbra a todo; a todo lo que huele mal. Así, verás pasar la vida sin sentido alguno, sin tiempo para respirar y con la perversa confusión de no saber si vienes o si vas. Pero ¿qué importa eso? Al fin y al cabo, nos criaron para morir y no para saber qué hacer con nuestra vida.

Pregunta al viento dónde nace y pregúntate a ti mismo a dónde van a morir los hombres, veréis que ambos venís del mismo sitio aunque jamás sabréis a dónde os dirigís.

Saborea el relámpago del destino, arrodillándote a los depravados designios de una deidad venida a menos, devaluada por el paso cruento de los años. Contémplala maravillado, y descubre al tiempo la Verdad: que no hay sonrisas en los niños, sino una mueca macabra que ignora el terrible final.

Escondido a la sombra de palabras proscritas, observo aterrado el mundo. Miro a través de la pequeña abertura de realidad que a veces olvida cerrar la vida. Sólo veo muerte y dolor, envidia y miedo. Veo a unos crecer y a otros, la mayoría, menguar. Todos igualmente perdidos.

Las calles huelen a azufre y un viejo esparce sus dientes por la acera. Más tarde muere, y un manto oscuro cubre su rostro. Se despide y nadie le devuelve su adiós.

Huiré donde no haya nadie para encontrar al fin compañía. Cuando llegue el momento, enterraré mis dientes bajo un árbol y dejaré que una brisa fresca cubra mi rostro mientras me despido, a solas, de un cielo gris que anuncia tormenta.

martes, 8 de junio de 2010

No te puedo dejar

He caído y ya no sé si podré parar,
he empezado y no creo que lo pueda dejar.
Estoy temblando y ya no sé frenar,
no puedo, no, no sé dejar de palpitar.

No sé donde voy, no sé si quiero o si me dejo llevar;
sonrío, pero quizás todo esto me acabe por matar.
Hace tiempo olvidé llorar
y cada vez que me acuerdo… no lo puedo dejar.

Hace tiempo di la espalda al punto y final
ahora todo son dudas
penas y miserias,
ojalá recuerde no desesperar.

Vengo dejándome alcanzar,
aún miro atrás y espero,
miro y confío,
aún fantaseo con que estás por llegar.

He mirado en mi interior,
donde se esconden el amor y el odio,
y no lo he podido dejar,
nunca antes vi mayor oscuridad.

Entre tanta sombra, entre tanta cruz,
he encontrado una pequeña primavera vestida de tú,
y ahora sé que cuando quiera encontrar una verdad
me bastará con tus ojos encontrar.

Y ahora que te conozco,
he caído y ya no sé si podré parar,
he empezado y no creo que lo pueda dejar.
Estoy temblando y ya no sé frenar,
no puedo, no, no sé dejar de palpitar.


A. B.