Tardes de primavera y desatino,
noches de calma y tempestad;
mañanas a deshoras escondidos,
promesas infinitas de no desesperar.
Luces que iluminan la ciudad,
idas y venidas en la esquina,
historias viejas por contar,
rostros vivos dispuestos a escuchar.
Ojos faros abiertos en la tempestad,
manos dispuestas a ayudar,
noche oscura y sendas de claridad:
vidas perdidas en el mar.
Locos que clavan la mirada,
miradas que transportan la verdad
de vidas apagadas,
dispuestas a volver a comenzar.
Arte guardado en los cajones,
ideas aún por inventar,
niños que descubren que están vivos,
ancianos que sonríen al expirar.
Finales que no terminan nunca,
inicios de latidos y su andar,
lunas que llaman a la puerta,
sueños que ayudan a viajar.
A. B.