lunes, 30 de noviembre de 2009

Mierda, muerte y resurrección.

Las persianas alzaron el vuelo y los prohibido entrar se metieron bajo la cama. Los niños ya no danzaban con armas y los mayores ya no reían en las fotos. Los ciegos vieron, los mudos hablaron y los sordos escucharon. Los que hasta entonces no habían podido andar, salieron de su parálisis y corrieron. Los locos ya no fueron tachados de nada, ni siquiera de cuerdos. Y los cuerdos… algunos huyeron. El mundo comenzó a girar como le vino a su antojo, sin miedo a leyes o a incrédulos. Cuando todos esperaban la noche, aparecía la primera luz de un resplandeciente día. Cuando el día se cansaba daba paso a la más larga y oscura de las noches, y a veces esto ocurría durante períodos que, por ser tan largos, fueron tachados, siempre tachados, de atemporales. Los pájaros ya no cantaban canciones comerciales y hubo quién les etiquetó –siempre etiquetar-, como pájaros “raros”. Las sonrisas falsas se evaporaron de pura vergüenza y durante largo tiempo sólo se escucharon llantos. Mas cuando regresó la alegría, esta vez vestida de franca, retumbaron en mares y tierras las carcajadas. Las gentes dejaron de mirar al cielo y comenzaron a mirarse a los ojos. Los ojos dejaron de ser tímidos y expresaron todo lo que hasta entonces no se habían dicho. No hubo ni terceros ni segundos mundos, sólo uno, de todos los colores, de todas y ninguna religión. Y así, los astros, imitando a su hermano, comenzaron a saltar sin ritmo ni pausa, con ritmo y con calma. Y cada vida fue un punto de luz, que brilla y se apaga, que llora y que canta.

A. B.

domingo, 29 de noviembre de 2009

Magia

Acordes errados desde las entrañas. No se trata de tocar por tocar, se trata de sentir, de hacer de un juego algo sincero. Quizás fuese el día, el lugar y la compañía. Bueno, hoy estoy seguro, sin todo eso no hubiera funcionado. Fue como grabar una canción en la primera toma, salvando las abismales diferencias que yo tengo con el maestro Ray. Pero es verdad, todo salió hasta el final de un modo improvisado. Por la cara, todo por la cara. Dos notas mal tocadas, un ritmo desacompasado y unos sentimientos nada altruístas. Una imaginación desbordante, demasiado lasciva en algunos casos, en otros, tan romántica que acojona. Una maga junto a mí con una varita mágica de sueños y deseos, de palabras plasmadas en un papel. A mi alrededor amigos, sólo amigos...
Y cuando mezclamos todo esto, el resultado puede ser magnífico:

Quiero que me compres nubes de gominola, el sol queda muy lejos y prefiero que te quedes hasta tarde durmiendo conmigo. En serio, no te vayas, nos envolvemos en las sábanas y fingimos que es la Luna, en un momento construimos un universo sin dinero y sin relojes, con arena de playa fina. Y que digas que prefieres despertarte todas las mañanas cerquita de mi, conmigo, en una concreción tibia y mañanera. Y que me hagas sonreir. Aunque no sea la mona lisa, espero que mi risa te haga feliz.

Después llego el Cuervo. Lástima que no me arrancara los ojos...

l u i s c a

viernes, 27 de noviembre de 2009

La droga universal

Es atemporal, pero tiene ritmo. Tampoco tiene fecha de caducidad, pero si puede caducarse. No está envasado al vacío porque le tiene que dar el aire. Hay que regarlo, pero sin agua. Si usas alcohol, lo quemarás, crecerá sobre raíces podridas. Es el resultado de la risa como mayor exponente de la felicidad más absoluta, siempre que ésta exista a ciencia cierta. La comodidad, la confianza y la complicidad sirven de abono. Cuando brota, lo notas. Esbozas una sonrisa absurda pero tan real que al darte cuenta cambias la cara rápidamente asustado de tí mismo. Si crece, también lo notas. Algo se te mete dentro. A veces lo controlas, a veces no. Da miedo pero te gusta. Lo necesitas, y cuando te das cuenta, te ha tocado de lleno. Si no va bien, no eres persona. Si no la tienes, no eres persona. Si te falta... si te falta estás perdido. Pero hay que saber, que está para disfrutarlo. Y por supuesto, hay que fomentarlo, promoverlo y repartirlo. Y aquí se cumple la regla, dar es recibir. Aunque en esto de lo que hablo no existen reglas porque cuando las pones te estás engañando. Así que disfruta y sé tú mismo. No cambies por nada, esa es tu mayor libertad, tu único privilegio. Tendrás que dejar pasar el tiempo. Te comerá la impotencia. Sudarás y temblarás, no podrás dormir. Pero no desesperes, cuando lo consigues eres tan poderoso que pintas el cielo de colores, los días blancos no existen y te guardas las nubes en los bolsillos para regalarle el Sol y la Luna.

(Basado en hechos medianamente reales)

l u i s c a

martes, 24 de noviembre de 2009

Estar de Lunes

'Estar de Lunes' es un trastorno del estado de ánimo que en términos coloquiales se presenta como un estado de abatimiento e infelicidad, de malhumor crónico, de tristeza, pesimismo e inseguridad, de espesez mental y física, de agobio y malestar.
'Estar de Lunes' es poner mala cara y comer a deshoras. Es andar desacompasado, oír pero no escuchar.
'Estar de Lunes' es querer llegar al Martes. Es levantarte quince minutos antes de que suene el despertador, dormir pero no descansar. Es como tocar fondo, es un dolor de cabeza permanente. Si estás de Lunes no estás. No disfrutas, no percibes, no sientes, no palpas. Ausencia es lo único que puedes y quieres aportar.
'Estar de Lunes' es lo contrario a 'estar de Viernes'. Estados de ánimo opuestos, unidos sin embargo, por el ambiguo fin de semana...

l u i s c a

sábado, 7 de noviembre de 2009

Caminos que no llevan a nada... (Extracto)

Los albores de la vejez anuncian la llegada del asesino que viste de grises años. Los filamentos orgánicos degeneran en viejos y apolillados resortes de madera, que se pudren encharcados en frustraciones pasadas. Se recuerdan los dulces pasajes del libro de la vida y todo el horizonte azul que los arropaba. Entonces parece que no todo está perdido. La sonrisa ilumina nuestro oxidado rostro. Pero es un engaño. Es parte del juego macabro de la perra vida. Es el suspiro de quien se cree perdonado, pero que a renglón seguido recibe un certero disparo de realidad. Ilusamente, se empieza a creer en el valor incuestionable de todo ese acervo que hemos ido reescribiendo con la suma de nuestras experiencias vividas. Es entonces cuando, poco a poco, como una caricia que adormece los sentidos, esas alegres perlas de nuestra existencia pierden su brillo y parecen aún más oscuras que la propia noche. La sabiduría se vuelve estupidez cuando a nadie parecen importar los capítulos del añoso y desvaído tomo que versa sobre nosotros. Entonces avanzamos un paso más. Aún no nos ha alcanzado la muerte, aunque sí hayamos perecido para aquellos que siguen creyendo estar vivos. Nos aíslan los mismos hombres con los que antaño compartíamos la gracia de ser iguales. La agonía se ceba con cada célula de unos ojos que ven pasar los días, sin más compañía que las hojas que arrastra el viento y los acordes finales de una melodía que se apaga. Al cabo, la soledad se hace demasiado pesada y aplasta con un seco crujido las ramas secas que rezuman perdón. La tormenta arrastra los vestigios asépticos de la existencia humana, dejando como recuerdo el trazo frío de un nombre sobre la roca. El nombre de un iluso que creyó posible dejar su huella en el mundo, sin entender que la vida es una vieja usurera que exprime la existencia de los hombres hasta dejarlos en nada… Succionando sus fluidos al compás de un ritmo apagado, silencioso. La víctima no percibe nada, de momento. Pero al cabo descubre un derrame de cien años que se evapora con los últimos claros del día. La noche entra en escena por fin, para limpiar la mancha que dejó nuestro intento de existir… nos ahoga para evitar que continuemos con el mismo deambular estúpido que inauguramos al nacer. ¡Descansa en paz! –gritan desde la tierra–… aquí todo sigue igual.

jueves, 5 de noviembre de 2009

¿Dónde queda la vida?

A todas las almas suicidas,
a todas las vidas prohibidas,
a todos los llantos vertidos,
a los que mueren en las esquinas.

A los que nunca vieron luz
y siempre vieron túnel.
A tanta cruz,
a tanta pena.

Decidme, amigos de la alegría,
¿Dónde queda para ellos
la buena esperanza?
¿Dónde queda la sonrisa franca?

A los que padecen y sufren,
a los breves,
a las madres y a los padres,
y también a los hijos.

A los locos,
a los más cuerdos,
a los incomprendidos,
a tantísimos olvidados.

¿Acaso no es esta vida para ellos?
¿Tan mísera es su fortuna?
¿Tan perra su existencia?

A los que nunca cuentan para la historia,
a los que fueron vencidos,
a los eternos perdedores,
a los que ni siquiera vivieron.

Decidme, amigos de la alegría,
¿Dónde queda para ellos
la buena esperanza?
¿Dónde queda la sonrisa franca?



A. B.