sábado, 22 de mayo de 2010

Albor

Tardes de primavera y desatino,
noches de calma y tempestad;
mañanas a deshoras escondidos,
promesas infinitas de no desesperar.

Luces que iluminan la ciudad,
idas y venidas en la esquina,
historias viejas por contar,
rostros vivos dispuestos a escuchar.

Ojos faros abiertos en la tempestad,
manos dispuestas a ayudar,
noche oscura y sendas de claridad:
vidas perdidas en el mar.

Locos que clavan la mirada,
miradas que transportan la verdad
de vidas apagadas,
dispuestas a volver a comenzar.

Arte guardado en los cajones,
ideas aún por inventar,
niños que descubren que están vivos,
ancianos que sonríen al expirar.

Finales que no terminan nunca,
inicios de latidos y su andar,
lunas que llaman a la puerta,
sueños que ayudan a viajar.


A. B.




1 comentario:

  1. Por una vez se atisba cierto realismo... al menos parece que las calles se empapan por igual de luz y sombra... Por desgracia, al final, recorridos estos inciertos callejones, los niños descubren, siendo ya ancianos, que una vez, muy atrás en la memoria, estaban vivos sin tan siquiera saberlo, y es difícil ver sonreír su rostro con esta desgraciada verdad.

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