miércoles, 22 de septiembre de 2010

En tu ausencia...

En tu ausencia ya no mira el silencio. Han muerto los jadeos; ahora nadie trae el agua a tu entrepierna. Vivo enterrado bajo un reloj de arena que me recuerda cuanto tiempo llevas sin abrazarme. Sólo sudo cuando duermo, pero hasta el sudor se siente frío y solo. Al despertar, ando por mis entrañas. Un paisaje de paciencia sustituye el antiguo decorado de cartón piedra. Ni siquiera está ese viejo vaquero que bebía aguardiente para no sentirse un hombre. Cada vez que me veía, me repetía una y otra vez: "Quien hace una bestia de uno mismo, se quita el dolor de ser hombre." - "Quien se convierte en una bestia, tambíen se quita el placer de ser hombre." le respondía yo. No sé, son esas las cosas que al final importan. Sufriremos solos y también en compañía. Viviremos atormentados en algún momento de nuestra vida. Pero si sufrimos es porque estamos vivos. Si estamos solos o en compañía, es porque estamos vivos. Tened paciencia y no dejéis que el tiempo os aplaste. Hay que salir de ese montón de arena porque en su interior el Sol y la Luna nunca se abrazarán. En su interior, el mar y el cielo están invertidos. No puedes nadar, tampoco puedes volar. Los problemas se hacen vitales y lo vital se hace banal. En su interior, no podremos estar juntos. Por eso estaré cavando hasta respirar aire fresco, hasta ver la luz del sol. Buscaré la libertad, la tuya y la mía. Quiero nadar. Quiero volar... todo junto a tí.

l u i s c a

viernes, 10 de septiembre de 2010

Un cuarto oscuro y la mente en blanco

Sabes que ha llegado el momento... Te palpitan las ideas y vuelas sin piloto. Intentas pensar en otra cosa: ¿Dónde lo dejé?

El tiempo pasa y el aire se cuela en tus oídos. Hay música en el mundo... Tu canción favorita: "Quizás mañana".

Todo parece igual: techo blanco, suelo negro, al fondo... un mueble sin color.

Te acuerdas del día en que sonreíste y alargas tu mano intentando recuperar ese momento.

Buscas su número pero solo encuentras los restos de una hoja arrancada.



Sientes miedo, llueven pesadillas en la orilla de tu mente y la marea inunda toda la playa.

De la mano de tus pasos corres hacia ninguna parte... hacia el hogar sin dirección.

Un segundo más, quizás dos. Recuperas la realidad... Estoy en una habitación: techo blanco, suelo sin color, al fondo... un mueble negro.



¿Hay alguien?

No responden, aunque sabes que están ahí... Esperando.

Demasiado ruido y sin embargo puedes oírlos.

Nadas intentando escapar y encuentras la puerta cerrada: ¿dónde estás?

Repasas cuanto sabes, aunque hayas olvidado casi todo.


Al final, restos de horas muertas: un cuarto oscuro y la mente en blanco.