lunes, 25 de enero de 2010

Hoy será igual que cualquier día

Una hoja cae al suelo… el niño tropieza y muere la imaginación.
Un sueño se despierta… la sangre corre; no hay más asesino que la realidad.
Una voz se apaga… ¿un último deseo?: “No quiero volver a despertar”.
Un incendio en mi alma… las venas arden, los huesos se tornan ceniza.

Vuela la vida entre grises nubes… anoche terminé por ahogarme.
Saltar por la ventana y sonreír a la gravedad… quizás despierte con el impacto.
Descender por el abismo azul de mi inconsciencia… deambular por siempre y por siempre deambular.
Sortear mil y un tropiezos… pero al final tropezar.

Cabalgar sobre aladas promesas que no llegan… prometerlo todo y no cumplir nada.
Pensar en ti, en nosotros y el porvenir… abandonarlo todo, dimitir como hombre.
Dedicar una vida a edificar un sueño… soñar con una vida y despertar sin nada.
Bailar alabanzas a un Dios extranjero… creer en el cielo y desear el infierno.

Si cada uno escribe su destino, la originalidad murió cuando nací. Con demasiada frecuencia se repiten los capítulos de las errantes vidas humanas. Observo aterrado la imposibilidad de escribir unas líneas de esperanza, de luz entre tanta oscuridad…

Me dejé los versos sobre la cama y olvidé rimar la felicidad con el día a día.
Mañana será igual que hoy… hoy será igual que cualquier día.

A. Díaz

sábado, 9 de enero de 2010

Problema de Solución Única

Tres Pequeños Pájaros ayudan a una mente enferma de raciocinio a tachar una lista de tareas escritas sobre papel mojado. Le traen jugosas ramas de una yerba cuando menos alucinógena. Muerden con sus picos horas de minutos "matusalénicos" y espolvorean con un rítmico aleteo un bienestar indescriptible. Repiten una y otra vez, "No te preocupes, sientete bien. Canta con nosotros esta canción". Y eso es exactamente lo que después haría. Porque con el tiempo girando en torno a sus dedos, son sus pulgares los que adelantan acontecimientos y son sus yemas pegajosas las que impiden que llegue ese espejismo llamado felicidad. Pero finalmente toca a la puerta a golpe de pulmón. Todos saben que no ha venido para quedarse, por eso ríen a carcajadas y disfrutan del momento. Es entonces cuando nada tiene sentido y ella juega el papel de mente demente. Se le olvidan palabras como disciplina, obligación, despertador, pasado y futuro. Y como ahora llora de alegría cree no haber llorado nunca de tristeza, de impotencia, de agobio. No recuerda las lágrimas en las que ayer flotaba un sentimiento de decepción que le quitaba el aire. Aparentemente no ha pasado el tiempo pero en el calendario hay dos nuevos días emborronados en rojo. Sin embargo, ella sigue tirada en el sofá, sangrando neuronas; un viscoso y asqueroso fluído gris lleno de tropezones portadores de inteligencia. Ajena a lo que está pasando, levanta otra vez la mirada y busca a los Tres Pequeños Pájaros. Su cara lo dice todo. Un pánico desmesurado la controla. Aparta el humo como puede y grita como una yonqui sin su dosis: "¡¡¿¿Dónde coño se han metido esas putas palomas??!!"... pero no eran palomas ni mucho menos. De hecho, ni siquiera existían. No existían...

No existían...
No existían...
No existían...
No existe... como tú la quieres no existe... la quieres pero no existe... no existe... no existe... no existe... así la felicidad no existe.

Y de repente, se apagó la luz tras un fuerte estruendo. Era mi momento. Como narrador de esta historia tenía que asumir la responsabilidad de sacar a la protagonista de la enorme mierda en la que se había metido.
Arranco el edredón, grito hasta rasgar mis cuerdas vocales, quito la ceniza y las legañas que oprimen esa valiosa masa gris. Pero ella sigue en sus trece y no me escucha. Se enciende otro cigarrillo y toma el que cree ser el mejor café de su vida; le dará fuerzas, la hará activa y útil. Burda mentira. No se da cuenta de que confía en otra sucia aunque aceptada droga para salir del zulo en el que se ha metido. Empiezo a desesperarme porque sigue sin escucharme. Estoy quedandome sin voz. Su cuerpo le tapa los oídos. Harto la pongo de pie, la abofeteo y la agito hasta que me mira a los ojos. Noto una mirada casi muerta, unos ojos rojos de tanto llorar y unas pupilas tan dilatadas como una vajina a punto de dar a luz. Agarrándola de la mandíbula le digo claramente que no se preocupe, que vale mucho y es capaz de todo, que se autoconvenza y saque fuerzas de donde pueda, que se motive, y sobre todo, que haga de la disciplina su única compañera de viaje. Porque sé que ella quiere vivir así aunque sea más costoso, aunque la mochila que lleva sea más pesada. Es cierto que anda sobre asfalto y que es peregrina de caminos demasiado largos. Todo esto es cierto, tan cierto como que vida solo hay una y es para disfrutarla como mínimo al cien por cien. Ella dice haberme entendido y yo finalmente ladro una frase más que lapidaria:

¡¡¡Entonces no me jodas y hazme caso de una puta vez!!!


l u i s c a

viernes, 8 de enero de 2010

Hoy

Si ayer fui un muerto probable,
hoy soy vivo notable;
si ayer era instinto suicida,
hoy sólo bailo al compás de la vida.

Si ayer me encerré en mi ombligo,
hoy cabalgo contigo;
si ayer hice daño, pido perdón,
el recuerdo ya es suficiente castigo.

Si ayer estuve muerto,
hoy sé que estoy vivo.
Ayer no quedó en el olvido
y si sueño,
ya no lo hago
en el cajón de lo prohibido.

Si ayer fui sombra,
hoy soy luz;
si ayer fui ciego,
hoy no porto esa cruz.

Si ayer no me abandona
y se presenta mañana,
hoy le presto desgana,
y por bienvenida
le preparo salida.

A. B.

miércoles, 6 de enero de 2010

Llueve...

Llueve y cada gota es un grito… un recuerdo desdibujado y una mirada que se pierde por esas calles que nunca recorreré… Lágrimas celestes horadan mi piel y aflora el odio, el desprecio y la injusticia que siguen a cada día… Repiquetean sobre mi espalda los sinsabores que aún guardan su amargo sabor en mi memoria. Pienso en ti. Me imagino lo que pierdo y odio al mundo; al que hago culpable…

Odio la luz porque te deja solo cuando se apaga… pero más aún odio la soledad, porque te aleja de cualquiera que pudiese encender la luz. Me desesperan los segundos que siguen al fracaso porque te entierran sobre un esfuerzo vano, inútil… porque te gritan a la cara: “¡No eres nada!” Quisiera borrar con un trazo rojo todas esas promesas que no se cumplieron, las llamadas que no llegaron, y el “hasta luego” que disfrazó un “hasta siempre”.

Enloquezco en este mundo errante, que no da un respiro al maltrecho viajero… privándole de agua cuando ya vislumbraba el manantial. Me enerva comprobar la impunidad con que el Tiempo arrebata la vida a los hombres… sus deseos y anhelos más profundos. La ira aflora impasible al comprobar cuán frágil puede resultar un momento mágico, o la leve brisa que basta para disolver un abrazo tejido durante toda una noche.

Quiero creer que no existe el destino y que cada hombre se ahoga en sus propias dudas o se salva cuando elige un camino; el suyo. Voy a taparme los ojos y a inventarme un mundo donde no importen las palabras… donde el quién seas tú o quién sea yo se intuya en una sola mirada. Un roce bastará para desnudar el alma, y una sonrisa sellará un pacto de eterna amistad. El Tiempo quedará encadenado a sus propias horas, y por mañana no habrá más que perpetua felicidad.

A. Díaz

martes, 5 de enero de 2010

El mar y sus alegrías

Salí a dar un paseo por el mar y sobre sus saladas aguas me instalé. Me bastó con el trozo de Ser que me tocó en el reparto genético y con un poco de compañía en las noches de luna tímida. De la costa llegaron rumores de tipos serios pegados a sus importantes vidas: dejé que pasaran. Cabalgué olas y me ahogué en remolinos. Comí algas y fui profeta de mañanas que no llegaron. Me entretuve en consultar los astros y encontré entre ellos telas de sueños frustrados que debió tejer la realidad cuando yo no veía. Lloré mucho y me sequé. Intervinieron las aguas que me rodeaban y me empapé de alegrías. Estando solo, sin abrigo y con el corazón frío, busqué el amor en la primera mirada que hacia mi se dirigía. Y fue así como me enamoré de la vida que, pese a la poca atención que le prestaba, siempre latía.

A. B.

domingo, 3 de enero de 2010

De lo que hay y espero habrá...

Hay lágrimas que no mojan la piel que bañan, y otras que ahogan los pesares más profundos. Las hay que inundan los yermos desiertos donde naufragan los niños que no encontraron su camino… Niños con el rostro perlado de sal, suplicando a la corriente que les arrastre lejos… a un lugar donde jamás puedan ser encontrados.

Hay un silbido que retumba en las almas afligidas, y una estrella que guía el corazón de los que quieren encontrarse… Hombres que silban al viento la dulce canción que inspiran mil y una estrellas titilando allá a lo lejos.

Hay preguntas sin respuesta, y otras que sirven de respuesta para cualquier pregunta… Igualmente sobre la tierra hay hombres hundidos que hace mucho dejaron de preguntar, y otros, no tantos, que aún hoy gritan al cielo: “¿Dónde voy sin rumbo, sin caminos, sin alma amiga que acompañe mi viaje... sin viaje mismo?”

Hay mapas que guían a los hombres por los mismos caminos que ya pisaron otros… pero hay mapas en blanco, que proponen partir de cero, saltar por encima de las latitudes estelares y elevarse a lo más alto de la locura humana.

Espero poder decir algún día: “Hay niños que vagaron por crueles llanuras desérticas y que un día, perdidos en la inmensidad azul que baña los bellos astros, comprendieron el vacío destino que les proponían las estrellas. Se hicieron hombres y cantaron su propia vida; una vida en compañía del mundo, alegre de saberse perdida y valiente de verse enfrentada a edificar su propio retrato del mundo”.


A. Díaz

sábado, 2 de enero de 2010

Confesiones de la Conciencia

Un día más pasa de largo y casi ni lo huelo. Racionalmente pagaría lo que fuera por esnifarlo, pero esta droga no me engancha. Prefiero vivir muerto en la cama y despertarme por el tufo a comida que entra por mi ventana. Consumir las horas, minuto a minuto, dejando el cenicero de la desesperación repleto de colillas.

Mi cuerpo
inerte, baboso y vago
se está estancando
como el agua de un lago.
Necesito una pedrada
que reviente mis entrañas,
necesito más carrete
en esta caña.

Y la lapidación llega cada mañana, pero apenas me entero. Estoy tan sedado que aparto las piedras de mi cama y sigo durmiendo. Elijo un rato más para darle la espalda al mundo. Meo y me salpica. Me mancho porque estoy ciego. Es ahora, al escribir todo esto, cuando propongo un cambio drástico. Sin embargo, cada vez que pulso una tecla se me olvida un poco más el sentido de la vida. ¡¡Pobre de mí!!, que creo conocer mi meta, que abarco mucho y nada aprieto, que no actúo según lo aprendido.

No te vistas con tu mejor ropa, si llueve se mojará.
Desnúdate hasta mostrar el alma
y si no la encuentras mantén la calma,
no es la única vez que te pasará.


l u i s c a