viernes, 4 de junio de 2010

Anoche

Anoche me descubrí cavilando sobre el ayer y el mañana, las heridas que se fueron y aquellas aún por venir. Necesitaba ver, sentir la Verdad. Dejé caer mi mirada en un abismo de oscura infinitud. Apenas lograba mantener los ojos abiertos. El frío era tan intenso que por un momento creí ver a través de dos diamantes de hielo azul. Pese a ello, mantuve la vista firme, buscando una respuesta, un lugar a donde dirigirme, tal vez un rostro familiar. No encontré nada. Me perdí en el difuso vacío que separa una estrella de otra. Desistí por no enloquecer; incapaz de dar sentido a aquel cuadro que relucía entre tinieblas.

Las aves de paso se enorgullecen de su fortaleza en soledad. Olvidaron hace mucho dónde yacía su hogar, quiénes fueron sus amigos y a quién amaron en secreto. Viajan con la sola compañía del viento; su patria, todo el cielo.

Anoche dejé caer una lágrima que nadie vio. Apenas un leve susurro impactando contra el suelo. Observé cómo descendía… No era una gota salada sino yo mismo quien se desvanecía en aquella irremediable caída. Un proceso lineal, causa-efecto. Como un niño al despertar de una pesadilla… respira hondo, observa: está a salvo. Rompe las cadenas de la locura y regresa a este mundo insano.

Hay hombres que alzan la voz por un ideal de vida, algunos fanáticos que dan su vida por inmortales dioses, y otros, aún más ilusos, que desafían las leyes del mundo con banderas forjadas en su corazón. A todos los acaba curando el Tiempo. Los primeros consiguen un día su añorado deseo pero el mundo no cambia y siguen los llantos y los lamentos y el ideal futuro se torna un presente fracaso. Los segundos, de repente, desvelan por fin su gélida soledad, la inútil tarea de mirar al Cielo; una vida puesta al servicio de un mundo caótico, donde reina el azar y la voluntad del cruento poder. Los últimos llevan grabadas a fuego “Justicia” y “Libertad”, pero su corazón ya ha vivido demasiado y está harto de creer en quimeras. Endurece su cáscara de plomo y se despide de una despótica e injusta vida.

Anoche vi cómo amanecía… Se me hizo tarde buscando respuestas y al final no hallé ninguna. Clareaba a lo lejos. Todo había acabado. La luz dibujó el mundo; un paraje repleto de dolor y confusión: el dolor de quienes viven confundidos y la confusión engendrada por tanto dolor. El sol imponiendo un nuevo día en este páramo gris. No obstante, iluso y abatido, caí arrodillado y me creí por completo aquel cuento. Confié un día más en los hombres, relucientes bajo aquella nueva claridad. Mis temores se disiparon y de nuevo miré hacia arriba, confiado. Sé que me engaño… pronto anochecerá y el mundo volverá a enloquecer. Aunque, por ahora, trataré de ser uno más.

La luz se apaga y el Ciego se convierte en Dios. Todos los astros giran a su alrededor, piden clemencia y le declaran su más sincero amor. Más tarde amanece y el mundo cambia: ¡Que Dios salve al pobre Ciego… los astros quieren su muerte!

2 comentarios:

  1. ¡Bravo! - Gritó un tipo desde la última fila.
    El resto de la sala, atónita, enmudeció.
    Ya sabes que soy de sentarme al final...

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  2. Lo tuyo es como jugar al fútbol en el patio del colegio... como mear cuesta abajo, como romper el silencio. gracias por ser 89.

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