jueves, 24 de septiembre de 2009

San Pedro

El agua, a modo de chorro, te traslada al 'nirvana'. Dulce y transparente da vida, limpia y purifica los cuerpos que llevan almas drogadas de paz y otros excesos. Es testigo de conversaciones libres y de sonrisas no forzadas.
El hombre y la mujer, desnudos, son igual de animales que los gorriones, los perros o los gatos, aunque a diferencia de estos últimos, nosotros recogemos la basura y ellos la desparraman. Las mariposas se posan...
El agua, a modo de ola, te deja nuevo. Salada y transparente da vida, pero a los peces. Es espuma y algas, algas y barro, un barro lleno de magia que refresca cada uno de tus músculos. Tiene ligeros toques afrodisiacos que te provocan, cuando uno está repleto, una catarsis cuyo orgasmo se escapa de lo terrenal. Se está agusto, muy agusto...
La gente, a modo de historias andantes, te completan poco a poco. Con vidas amargas y transparentes, enseñan al visitante la sabiduría ganada en un combate a vida muerte, en muchos casos, con la droga. Una botella de vino no cambia el pasado pero si ayuda a perderse en un mejor presente. Las razas se unen, los países también y la única droga por la que se paga es por el ácido. Gallo viejo hace buena sopa y viejo esloveno se convierte en mochilero con el fin de llegar a Santiago. Una mañana de pesca tranquila, un baño desnudo y una vida tan rota que se llena de grandeza. Los canapés se toman a medianoche y nieva a la luz de un mechero en pleno verano. Las estrellas sonríen más que nunca y "el carro" se esconde entre luces que se mueven muy despacio.
El hombre de las dos garrafas vacías pero con el cerebro lleno de psicodelia mira al cielo huyendo de su paranoya. Los elefantes rosas, es decir, nosotros, no podíamos parar de reír al ver a semejante 'compadrito' quemado por el sol. El cuerpo le andaba desacompasado con el alma...
Un picoleto borracho y loco y un francés pintor, el encantador de noches en llamas, el último romántico. Latas de conservas, jabón lagarto, letrinas naturales y letrinas de madera, las algas, la mula, el castillo, la casa de la música, los hogares de piedra y arcilla, la yerba, la fabada y el cocido madrileño. El pacharán. El chocolate. Las tres francesas, es decir, dos austriacas y una holandesa. El camino de ida y el camino de vuelta, los días y las noches, las tardes bien organizadas de fuente y playa, el aloe vera y la leche de los higos...
Los amigos y los momentos junto a ellos, las conversaciones que atrapan y las que enseñan, las risas y las risas, la paz y las mentes abiertas...
... vidas alucinantes que dejan huella, personas valiosas sin cosas que valgan mucho.

l u i s c a



3 comentarios:

  1. Qué grande eres!! Los pelos como escarpias recordando todos esos momentos... ojalá no tengamos que esperar mucho para repetir una experiencia similar. Hasta entonces sudemos gotas de la paz que por allí se regaba.

    Kapa Raskólnikov

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  2. muy grande el escrito luisca, muy completito¡¡ XD como el viaje...un placer hacerlo con vosotros¡¡¡
    Me ha flipado lo de las francesas jajaja, el principio muy currado y muchos mas detalles muy buenos.
    Bueno tio que sigais escribiendo mucho que lo seguire leyendo, que sois muy grandes, un abrazo.

    Manu

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  3. No he podido dejar de echar la vista atrás y leer este viejo pero actual relato. Y no he podido parar de reír al recordar este momento:
    "El hombre de las dos garrafas vacías pero con el cerebro lleno de psicodelia mira al cielo huyendo de su paranoya. Los elefantes rosas, es decir, nosotros, no podíamos parar de reír al ver a semejante 'compadrito' quemado por el sol. El cuerpo le andaba desacompasado con el alma..."
    Brutal!!! Menuda llevaba encima el buen hombre! Lo repito: grande!!!

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