A todas las almas suicidas,
a todas las vidas prohibidas,
a todos los llantos vertidos,
a los que mueren en las esquinas.
A los que nunca vieron luz
y siempre vieron túnel.
A tanta cruz,
a tanta pena.
Decidme, amigos de la alegría,
¿Dónde queda para ellos
la buena esperanza?
¿Dónde queda la sonrisa franca?
A los que padecen y sufren,
a los breves,
a las madres y a los padres,
y también a los hijos.
A los locos,
a los más cuerdos,
a los incomprendidos,
a tantísimos olvidados.
¿Acaso no es esta vida para ellos?
¿Tan mísera es su fortuna?
¿Tan perra su existencia?
A los que nunca cuentan para la historia,
a los que fueron vencidos,
a los eternos perdedores,
a los que ni siquiera vivieron.
¿Dónde queda para ellos
la buena esperanza?
¿Dónde queda la sonrisa franca?
A. B.
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